La mayoría de las veces que ingerimos alimentos, nuestro aparato digestivo se encarga de procesarlos sin que nos demos cuenta. Tarde o temprano, sin embargo, comeremos algo que inesperadamente nos producirá gases, hinchazón, estreñimiento, diarrea o cualquiera de los otros síntomas gastrointestinales. En esos momentos puede ser necesario tener dotes detectivescas para averiguar qué comimos que nos causó el problema. A veces los efectos pueden ser aparentemente aleatorios o no tener un origen claro. Sin embargo, en un segmento algo reducido de la población, puede deberse a una intolerancia a la fructosa.
DR. CHRISTOPHER MCGOWAN
El Dr. Christopher McGowan, líder en endobariatría, está especializado en tratamientos no quirúrgicos de la obesidad y cuenta con una triple titulación en Medicina Interna, Gastroenterología y Medicina de la Obesidad. Conocido por ser pionero en la gastroplastia endoscópica en manga (ESG), con más de 2.000 intervenciones, su influencia mundial y sus contribuciones a la investigación lo definen como un experto de primer orden.
¿Qué es la intolerancia a la fructosa?
La intolerancia a la fructosa, ahora comúnmente denominada malabsorción de fructosaes un trastorno digestivo caracterizado por la incapacidad de absorber correctamente la fructosa. La fructosa es un monosacárido natural (simple azúcar) que se encuentra en frutas, verduras y edulcorantes y que el hígado convierte en glucosa para obtener energía. Una persona con malabsorción de fructosa carece de las enzimas necesarias en el intestino delgado para descomponer eficazmente la fructosa, y esto puede provocar problemas en el microbioma intestinal que reside en el intestino grueso.
Cuando la fructosa no digerida llega al intestino grueso, las bacterias intestinales, mediante el proceso de fermentación, consumen la fructosa y la descomponen en gases como hidrógeno y metano, así como en ácidos grasos de cadena corta. La presencia anormal de estos gases y ácidos puede provocar diversos síntomas gastrointestinales. La gravedad de los síntomas depende de la sensibilidad individual de cada persona y de la cantidad de fructosa consumida. Es importante señalar que la malabsorción de fructosa es diferente de la alergia a la fructosa, que es más bien una respuesta inmunitaria al consumo de fructosa.
Existen esencialmente dos tipos de intolerancia a la fructosa: la intolerancia a la fructosa alimentaria y la intolerancia hereditaria a la fructosa. Todos los seres humanos tienen un límite en la cantidad de fructosa que puede absorber el tubo digestivo, pero las personas con intolerancia a la fructosa alimentaria son mucho más sensibles a ella por término medio. La intolerancia hereditaria a la fructosa (HFI), por su parte, procede de un error genético que provoca una deficiencia de la enzima aldolasa B. La HFI no sólo provoca diversos síntomas, sino que también puede causar una acumulación de fructosa que puede provocar daños hepáticos o insuficiencia hepática.
Síntomas de la malabsorción de fructosa
Cuando la fructosa mal absorbida y fermentable se encuentra en el intestino grueso, las bacterias intestinales empiezan a alimentarse esencialmente de ella. El resultado de esta serie de reacciones químicas es un conjunto de síntomas similares a los de otra afección llamada síndrome del intestino irritable (SII), un trastorno gastrointestinal funcional que altera el proceso digestivo normal. En el caso de la malabsorción de fructosa, existen varios síntomas comunes:
- Hinchazón: sensación de plenitud o distensión abdominal.
- gases: aumento de la producción de gases intestinales que provoca flatulencias
- dolor abdominal: calambres o molestias en el abdomen
- diarrea - deposiciones sueltas o acuosas frecuentes
- estreñimiento: deposiciones poco frecuentes o dificultad para defecar
- náuseas - ganas de vomitar o malestar general
- Fatiga: sensación de cansancio o letargo (puede estar relacionada con una carencia de nutrientes).
- malestar - sensación general de incomodidad o malestar en el aparato digestivo
Al igual que otros tipos de intolerancia alimentaria (lactosa, glutenLa malabsorción de fructosa afecta a distintas personas de forma diferente; algunas pueden experimentar síntomas muy leves, mientras que otras pueden tener síntomas más pronunciados y debilitantes. Además, la mayoría de los síntomas asociados pueden solaparse con otros trastornos digestivos, por lo que puede resultar difícil diagnosticar la enfermedad sin consultar a un médico.
Cómo controlar la malabsorción de fructosa
En el caso de las personas con malabsorción de fructosa, el control de esta afección suele ir más allá de simplemente evitarla, ya que hay muchos alimentos que contienen fructosa. La mayoría de las frutas (especialmente frutas desecadas) tienen fructosa, pero varias verduras también son alimentos ricos en fructosa; algunos ejemplos son las alcachofas, los espárragos, el brécol, los puerros, los champiñones y las cebollas. La mayoría de las estrategias para tratar esta afección implican algunos de los siguientes métodos comunes:
- Limitar los alimentos ricos en fructosa: Reducir o evitar los alimentos ricos en fructosa es esencial, y eso significa limitar las frutas (sandía, manzanas, uvas, etc.), los zumos de frutas y los edulcorantes como el azúcar de mesa, el sirope de ágave, el sorbitol (un tipo de alcohol azucarado) o el sirope de maíz rico en fructosa. En su lugar, prueba frutas bajas en fructosa como los arándanos, los plátanos o la piña.
- Dieta baja en FODMAP: Una de las formas más directas de controlar la malabsorción de fructosa es cambiar a una dieta baja en FODMAP. Los FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables) son alimentos con hidratos de carbono que se absorben mal en los intestinos y es probable que fermenten en el colon. Una dieta baja en FODMAP también se considera una dieta baja en fructosa y puede ayudar a reducir los síntomas.
- Combinar con glucosa: El consumo de fructosa en combinación con una cantidad igual o superior de glucosa puede facilitar la absorción de fructosa a través de un transportador compartido en el intestino delgado. La glucosa es la principal forma de energía de nuestro organismo y puede encontrarse en diversos alimentos que contienen hidratos de carbono, como el arroz, las patatas y algunas frutas.
- Leer las etiquetas: La fructosa, especialmente en forma de jarabe de maíz rico en fructosa altamente procesado, puede aparecer en lugares sorprendentes, por lo que es importante familiarizarse con la lectura de las etiquetas de ingredientes. La fructosa se utiliza a menudo en productos alimenticios como salsas, aderezos y alimentos envasados.
- Diario de alimentos: Puede ser difícil llevar la cuenta de todo lo que comes a diario, y por eso llevar un diario de alimentos puede ser útil. De este modo, podrá anotar los posibles alimentos desencadenantes que parezcan correlacionarse con determinados síntomas.
- Probióticos: Los probióticos son sustancias con bacterias vivas destinadas a mejorar la diversidad de la microbioma intestinal. Se necesita más investigación, pero hay algunas pruebas de que los probióticos en los alimentos o como suplementos pueden ayudar a mejorar los síntomas de la malabsorción de fructosa.
Fructosa y peso corporal
En los últimos años, los investigadores han estudiado más detenidamente la fructosa y sus posibles efectos sobre el metabolismo y la salud. peso corporal. Algunas investigaciones han sugerido que la fructosa puede estimular las hormonas relacionadas con el aumento de peso o incluso engañar al organismo haciéndole creer que tiene más hambre de la que realmente tiene. Hasta ahora no está claro hasta qué punto esto es cierto, pero también puede haber otras conexiones indirectas entre la fructosa y el peso corporal:
- Consumir más calorías: Algunas personas con malabsorción de fructosa pueden evitar los alimentos que desencadenan sus síntomas y luego intentar sustituirlos por otros alimentos calóricos bien tolerados pero no necesariamente más saludables. Con el tiempo, esto puede provocar un aumento de la ingesta calórica totalque pueden contribuir al aumento de peso.
- Fibra insuficiente: Restringir el consumo de ciertas frutas y verduras por miedo a su contenido en fructosa podría provocar una reducción de la ingesta de fibra alimentaria. La fibra dietética favorece la saciedad y contribuye a una digestión sana, y su carencia puede provocar una digestión menos eficaz y la posibilidad de comer en exceso.
- Alimentación emocional: Enfrentarse a los síntomas digestivos puede suponer un reto emocional para algunas personas, lo que puede llevarles a consumir alimentos reconfortantes, a menudo ricos en calorías y de escaso valor nutritivo.
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